En voz alta.

Por: Gerardo Viloria
A pesar de que México se ha adherido a distintos acuerdos multilaterales contra la corrupción, hasta ahora esas herramientas se muestran inoperantes o con escasos resultados concretos para combatir este azote en nuestro país.
La corrupción emblemática y negligencia vuelven a mezclarse con los resultados de siempre: muertes en Pemex y fugas de reos.
Falta de mantenimiento y ausencia de transparencia en las instalaciones petroleras, enlutan otra vez al país. La llave de las celdas la tiene el narco; ha sido entregada por funcionarios deshonestos.
A lo largo de la historia de la administración pública de nuestro país hemos escuchado hasta el cansancio noticas sobre fraudes, corrupción y malos manejos por parte de autoridades o funcionarios diversos.
Sin embargo, es muy complicado recoger información sólida sobre actividades ilegales o derivadas de la corrupción. Usualmente lo que se da a conocer de la corrupción proviene de hechos o escándalos publicados, en mayor o menor grado, por algún medio de comunicación o por denuncias ciudadanas.
Así, se puede decir que en Pemex existe una verdadera mafia de funcionarios deshonestos cuya influencia abarca desde la asignación de contratos y obra pública hasta el robo y saqueo de combustible en ductos y terminales, de tal forma que muchos ya la identifican como «el cártel de Pemex»,
Es importante señalar que además de las prácticas de abuso y de corrupción de muchos de sus altos ejecutivos, la falta de personal técnico capacitado, Petróleos Mexicanos también carga con el pesado lastre que representan las cuantiosas prebendas que otorga al sindicato petrolero y su «generosidad» con proveedores y contratistas.
Ahora bien, estos hechos de corrupción en la paraestatal se facilitan porque no hay eficientes mecanismos de control y de transparencia que permitan el escrutinio público.
Como resultado de esto, la familia petrolera de Reynosa se encuentra de luto por la pérdida de sus seres queridos en el estallido e incendio –el pasado día 18- en la Central de Medición de Pemex Exploración y Producción, a pocos kilómetros del área urbana de esa ciudad petrolera y gasera.
A ese dolor, se sumó algo más: la indignación que causó a los trabajadores de esa industria, puntal de la economía nacional, la expresión emitida por el secretario general del sindicato petrolero, actual Senador de la República, CARLOS ROMERO DESCHAMPS, quien en un gesto de fastidio y desdén declaró: ““no tenemos por qué maximizar un evento que no lo merece”.
¡Valiente manera de justificar corrupción y negligencia! Aunque no hubiera muerto nadie, a este dirigente sindical -hoy represente popular en la más alta tribuna legislativa del país- en su cinismo, le parecen poco la vida de 30 seres humanos; pero aún más, en su soberbia ni siquiera se ha atrevido a enmendar su dicho.
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