El problema es que parece que en México no hay Príncipe

@josegmunoz

 

Este principio de semana cobra intensidad la discusión sobre la aparición y expansión de los grupos de autodefensa que tanto entusiasman a esa parte de la población que se solidariza con quienes sufren en sus en sus entrañas la indignación y el hartazgo que provocan la impotencia del Estado ante el crecimiento, cual bola de nieve, del crimen organizado que, de haberse enseñoreado en varios estados del país como grupo productor y distribuidor de drogas ilícitas, pasó a realizar actividades execrables como el secuestro, la trata de personas, extorsión al más puro estilo Chicago de los años 20 del Siglo pasado, pornografía infantil, piratería, usura, a tal grado, que el narcotráfico ahora significa tan sólo el 40 por ciento de sus ingresos.

 

Hay razón para la indignación. El Estado Mexicano está representado por una élite corrupta que se ocupa en aprovechar para sí las concesiones del poder; el crecimiento de la delincuencia no se da en ninguna parte del mundo sin el consentimiento de la autoridad, por eso el fervor que se muestra por los grupos de autodefensa. Sin embargo, este frenesí por el espejismo que se ve en las bondades de que sea “la sociedad” la que sustituya esa función que corresponde al Estado, puede devenir en una descomposición mayor. Hay que asomarse a la historia para advertir el peligro y ver con más frialdad el fenómeno.

 

En Michoacán, casi no hay localidad, ranchería delegación o municipio que no padezca el llamado narcogobierno que cobra “impuestos” hasta a los puestos callejeros de tacos o tortas, pero apenas acaban de aparecer en dos municipios, Tepalcatepec y Buenavista, los llamados grupos de autodefensa. El lunes, Milenio dio cuenta que se acaba de formar en el estado de Guerrero una especie de federación de grupos de autodefensa de 20 comunidades de los municipios de Acapulco y Coyuca de Benítez. La constante del modus operandi es colocar retenes en las entradas del municipio y personas encapuchadas revisan vehículos, personas y sus pertenencias. Pero nadie sabe quiénes son esos revisadores armados ni bajo qué normas operan, ni cuáles son los criterios para detener a “sospechosos”.

 

En los municipios guerrerenses Teloloapan, Alcozauca, Olinalá, Cualác, Cocula y Ometepec se han instalado grupos de autodefensa, para blindar a sus comunidades del constante ataque de la delincuencia, con el riesgo, advertido ya por políticos y analistas, de que otras organizaciones puedan ser usadas por el Estado o por el crimen organizado, y pasar a ser grupos paramilitares.

 

Apenas la semana pasada, Azteca 13 informó del hallazgo del cadáver de una mujer que anteriormente había aparecido en un video, donde confesaba dedicarse a las extorsión a comerciantes por cuenta de una banda delictiva denominada “La línea”. En el video se aprecia que es interrogada como lo hacen los policías, con voz en “off”. Otros videos similares se han exhibido en Youtube donde ladrones, asesinos y hasta funcionarios públicos “confiesan” actos criminales y luego aparecen sus cadáveres, lo que evidencia que esa “justicia” o es de grupos delictivos antagónicos o se trata de paramilitares-mercenarios al servicio de quien puede pagar esos “servicios”.

 

Ni qué decir de los “Matazetas” que asesinaron a 35 personas en Veracruz el 20 de septiembre del año pasado, con la novedad que gran parte de los asesinados no pertenecían a ninguna organización criminal ni eran delincuentes. Esa es la tragedia.

 

Según el experto Edgardo Buscaglia en México operan 167 grupos paramilitares que son financiados por empresarios empeñados en proteger “vida y propiedad”, garantías que ya no puede otorgar el Estado mexicano, y en otros casos –asegura– son pagados por los propios gobernadores, quienes ante la incapacidad de otorgar seguridad a la gente, pagan a estos grupos armados para limpiar territorios y salvar los mercados de la droga que hoy ve amenazados el cártel de Sinaloa, la organización criminal que el propio gobierno federal pretende consolidar en el territorio mexicano, informa la revista proceso 1822.

 

Algunos municipios, como San Pedro, Escobedo y San Nicolás de los Garza, Nuevo León, han optado por realizar experimentos con “policías de proximidad”, una variedad más institucional que el “policía de barrio”, porque el primero lo elige la comunidad, pero lo supervisa y aprueba el Ayuntamiento. El segundo, era simplemente nombrado por la comunidad, se le armaba para que la cuidara, aunque más pronto que tarde se convertía en parte del problema

 

Al decir de Miguel B. Treviño de Hoyos (http://www.reforma.com/editoriales/nacional/690/1379620/) “este mes se publicó «Calles más seguras: Estudios de policía comunitaria en América Latina» editado por Hugo Frühling por encargo del BID. En Sao Paulo y en Belo Horizonte, en Bogotá y en Villa Nueva (Guatemala), las Sí a experimentos policiacos policías comunitarias ha tenido un impacto positivo en la reducción de la criminalidad y, sobre todo, en que la gente se sienta segura. Allá estas policías operan como parte del Estado, pero su funcionamiento no es distinto a lo que en México surge como autodefensa, ni tampoco a características rescatables de policía de proximidad. La pregunta es si abordamos el tema desde el dogma o desde la necesidad de tener policías cercanas, legítimas y funcionales”.

 

Autodefensa, sí, pero controlada por el Estado que, al parecer, en México ha desaparecido de varias regiones, donde los grupos de autodefensa bien pueden ser o miembros de una banda delictiva o mercenarios contratados para que “proteja” vidas y propiedades de una comunidad determinada. O pueden entonces ser parte de algún grupo guererrillero.

 

La historia de los paramilitares de Colombia se reduce a que los grandes ganaderos contrataron mercenarios armados para que los cuidara de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Al principio, los llamados “Paras” se dedicaron a matar guerrilleros pero, ya con armas y militarizados, se convirtieron en peor azote que las FARC y con la ventaja que conocían la filigrana de todos los movimientos de ganaderos, ricos industriales y comerciantes, Crecieron tanto, que penetraron la estructura social y política de Colombia y actuaron en la impunidad por cuatro lustros. Apenas el sábado por la mañana, la senadora colombiana Piedad Zuccardi, a la que la Corte Suprema de Justicia investiga por supuestos vínculos con paramilitares, se entregó a las autoridades colombianas, según cable de la agencia Efe

 

Nicolás Maquiavelo, en El príncipe, dice que las tropas formadas por mercenarios “pueden ser útiles y buenas para sus amos (jefes militares) pero para quien las llama (contrata) son casi siempre funestas; pues si pierden, queda derrotado, y si gana, se convierte en su prisionero.

“En fin, sucede siempre que las armas ajenas o se caen de los hombros del príncipe, o le pesan, o le oprimen.

“Por ello, todo príncipe prudente ha desechado estas tropas y se ha refugiado en las propias, y ha preferido perder con las suyas a vencer con las otras, considerando que no es victoria verdadera la que se obtiene con armas ajenas.

“… la escasa perspicacia de los hombres hace que comiencen algo que parece bueno por el hecho de que no manifiesta el veneno que esconde debajo, como he dicho que sucede con la tisis. Por lo tanto, aquel que en un principado no descubre los males sino una vez nacidos, no es verdaderamente sabio; pero ésta es virtud que tienen pocos

“Concluyo, pues, que sin milicias propias no hay principado seguro; más aún: está por completo en manos del azar, al carecer de medios de defensa contra la adversidad.

 

Estos consejos los da Maquiavelo al “Príncipe” que en tiempos modernos puede equivaler al “Estado”, pero todo indica que aquí “el Príncipe” no existe en varias regiones del país.

 

 

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