Víctima de su propio éxito y, posteriormente, pararrayo de las frustraciones de los partidos políticos, como consecuencia de la última reforma política del año pasado, se levantó el acta de defunción del Instituto Federal Electoral (IFE).
El pasado jueves 3, fueron designados por el Pleno de la Cámara de Diputados los nuevos integrantes del Consejo General del también nuevo Instituto Nacional Electoral (INE).
La plantilla de 11 consejeros fue aprobada por 417 votos a favor, 41 en contra y cuatro abstenciones.
Si bien se guardaron las formas y se cumplió al pie de la letra con la disposición constitucional, este proceso de selección adoleció de rigor y sustancia.
No obstante, es de destacar que los partidos políticos permitieron que el nuevo consejo del INE diera cabida a los consejeros en funciones del IFE y que uno de ellos, LORENZO CÓRDOVA, fuera designado como consejero presidente.
Sin embargo, con el propósito de mantener un peso en la conformación del órgano que sustituyó al Instituto Federal Electoral (IFE), los partidos representados en la Cámara de Diputados impulsaron a los perfiles de los ahora consejeros con los que había mayor afinidad
Así, de nueva cuenta la designación se realizó por cuotas partidistas, es decir, cada uno de los tres principales partidos políticos logró que tres o más de “sus propuestas” llegaran al nuevo Consejo General.
Para algunos expertos, las cuotas partidistas son el pecado de origen de este y todos los consejos electorales del IFE.
Por otro lado, hay quien dice que la designación por cuotas no es tan grave o importante porque, al final de cuentas, todos los consejeros contaron con el apoyo de una mayoría calificada de diputados; quizá haya cuotas partidistas, pero son cuotas negociadas.
Otros más, añaden que la nominación partidista no es tan delicada porque, una vez designados los consejeros gozan de plena autonomía para decidir cómo actuar y, en todo caso, se verán obligados a tomar decisiones por mayoría de votos.