La Reconstrucción Debe ser Material, Social, Cultural, Política y Económica

*Actuamos ahora o esperamos a la siguiente tragedia.

 

Mario Alberto Falcón Correa

 

Superada la dolorosa tragedia de los sismos del 7 y el 19 de septiembre, realizado el recuento de los daños y evaluada la estrategia a seguir, viene la etapa subsecuente: la reconstrucción.

Cualquier reconstrucción verdadera es, por naturaleza,  refundacional y exige un esfuerzo de largo aliento.

Los desastres ocurridos  dejaron profunda huella en la sociedad, pero al mismo tiempo, surgieron oportunidades de nuevas formas de convivencia y nuevos horizontes, sobre todo, para las nuevas generaciones.

Es una tragedia la pérdida del patrimonio y de vidas humanas. La reconstrucción de la Ciudad de México y de comunidades en los estados de México, Morelos, Puebla, Chiapas y Oaxaca, principalmente, será lenta y costosa.

Pero para que el sacrificio de las víctimas de los dos terremotos no sea en vano, la reconstrucción debe ser a la par que material, también en lo social, lo económico, lo cultural y lo político, es decir: una reconstrucción integral.

El gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, enfrenta sin duda alguna un reto inesperado en pleno inicio de su administración, pero al mismo tiempo, tiene la oportunidad histórica de sembrar la semilla de un cambio profundo de la sociedad mexiquense.

Por urgencia, no por importancia, debe darse prioridad a la restauración de viviendas, de espacios educativos, de inmuebles de culto o de esparcimiento, bajo una visión de superación total del entorno afectado.

Sería absurdo levantar nuevos muros sobre las ruinas de anteriores inmuebles que mostraron su fragilidad y elevado riesgo.

Modernos materiales, menos costosos y peligrosos que el arcaico adobe o el antiguo tabique, deben ser empleados en la reconstrucción de nuevas comunidades, reubicadas inclusive si es necesario para prevenir riesgos futuros.

El jacal, la choza y el cuartucho no deben ni pueden seguir como prototipo de la morada de mexicanos marginados.

La reconstrucción de las zonas afectadas se realizará con apoyo de gobierno y sociedad, pero no puede estar ausente la participación de los beneficiarios en las obras por realizar.

El asistencialismo que tanto daño ha causado, debe desaparecer en esta ocasión, al igual que el oportunismo gubernamental o el rentismo electoral de los partidos.

Quienes perdieron su patrimonio tienen ahora la oportunidad de acceder a un nuevo estilo de vida. El tejido social debe ser restaurado, acentuando la relevancia de la solidaridad humana en todo momento y no esperar una tragedia para manifestarla

Los seres humanos tenemos una capacidad para sobreponernos a un estímulo adverso y se le conoce como resiliencia. Dicen los expertos que es un proceso en el que influyen el entorno, la situación económica, pro principalmente, la buena  voluntad.

La fragilidad económica de los mexiquenses afectados en los doce municipios reportados con daños de diversos niveles, es otro de los factores a considerar.

En principio, el programa de empleo temporal será de gran valor como apoyo económico a los afectados y la ejecución de trabajos de reconstrucción.

Simultáneamente pueden efectuarse estudios sobre la posibilidad del desarrollo de Pymes, de capacitación para el empleo o de financiamiento a otras actividades productivas.

La educación y la cultura son herramientas insustituibles de la superación individual y colectiva de las comunidades.

Restaurar los espacios educativos y fomentar las manifestaciones culturales, forman parte sustantiva de una reconstrucción integral.

En el capítulo de la política,  la sociedad civil tiene que estar siempre lista para aportar su esfuerzo. Los ciudadanos de cada localidad deben organizar sus comités de acción. Nuevas emergencias brotarán en cualquiera región y en cualquier instante. Hay que prever con tiempo, calma y organización las mejores respuestas.

La energía de la sociedad es el punto de inflexión. Exigir a todos los contendientes políticos que definan con claridad los cambios indispensables que el país requiere. A los dirigentes políticos corresponde abrir las puertas más amplias a la juventud para intervenir en los asuntos públicos, sin asomo alguno de cooptación.

La hora de la tragedia y del heroísmo comienza a ser sustituida, desde el poder, por el imperativo de la reconstrucción integral, profunda y trascendente, no para  “volver a la normalidad jodida de antes”, sino rescatar la toma de conciencia de la sociedad para edificar un nuevo país sobre las ruinas del anterior.

La realidad plantea la disyuntiva de hacerlo ahora o esperar a la siguiente tragedia.

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