Teníamos respuestas para Pemex; han cambiado todas.

Ejercer el gobierno es también gestionar la incertidumbre; quien gobierna, lo hace sobre convicciones profundamente enraizadas, a partir de una visión y sobre planes y programas de acción; sin embargo, debe estar siempre preparado para lo imprevisto, estar dispuesto y ser capaz de virar, ajustar en su caso, y redefinir el rumbo, modificar la ruta y, en ocasiones, hasta el destino. Tras la incertidumbre, suelen aparecer las crisis, pero en ocasiones también surgen las oportunidades; en todo caso se precisa la reacción asertiva del gobernante.

La reflexión es pertinente justo ahora que podríamos decir, parafraseando a Mario Benedetti, que cuando parecíamos tener las respuestas a los desafíos que enfrenta PEMEX, dos enormes yacimientos nos cambiaron las preguntas.

El gobierno federal anunció este fin de semana, los hallazgos de dos nuevos yacimientos, “los más importantes de las últimas tres décadas”, en aguas profundas del Golfo de México, denominados “Supremus” y “Tritón”, con los que las reservas entre probadas, probables y posibles del país pasan de 42 a 55 mil millones de barriles, con las que, «el horizonte de producción del hidrocarburos aumentó en 50 años”, según afirmó el titular de la Secretaría de Energía.

Hasta los muy festivos anuncios, el horizonte de la empresa paraestatal lucía sombrío; una tendencia a la baja de las reservas petroleras de nuestro país, combinada con el ascenso de las nuevas tecnologías que parten de otras fuentes energéticas, parecían cruzarse en un punto del futuro próximo, en que harían crisis si no se reformaba el marco constitucional y jurídico de nuestra empresa petrolera.

Pero de ser cierto, como seguramente lo es, lo que el Presidente de la República anunció, uno de los elementos de esa ecuación se ha modificado y, consecuentemente, el escenario que PEMEX avizora también ha cambiado, ante lo cual, parecería poco recomendable actuar como hasta ahora parecía inevitable.

Nadie, por supuesto, supondría que no se deba modificar el estado actual de cosas; es muy probable que tengan razón quienes aseguran que el peor de los escenarios para PEMEX y para el país, es el de la simple continuidad, el de la inercia, pero tan malo sería permanecer impertérritos ante un mundo que evoluciona, como cambiar como si se tratara de obedecer a una tendencia o a una moda.

Es preciso reflexionar y actuar con una visión responsable de lo que el país necesita; poner la empresa petrolera mexicana al servicio de lo que la Nación requiere, y aprovechar la coyuntura para que este gran organismo dé el salto cualitativo que lo coloque como generador de todo tipo de fuentes energéticas para impulsar el desarrollo del país, pensando en el futuro del Estado mexicano y, más aún, en el porvenir de nuestras familias.

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