En Voz Alta

gerardo viloriaPor: Gerardo Viloria

En una acción que reivindica el Estado de derecho, este viernes 8 de enero, fue recapturado el capo, Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Esto evidencia que la fuerza del Estado puede manifestarse cuando se quiere y se sabe usarla.

Sin aspirar restarle mérito a nadie, el logro, pretenderán colgárselo todos.

El secretario de Gobernación escribió en su cuenta de Twitter: “Señor Presidente @EPN. Hoy el gabinete de seguridad cumplió con su instrucción”

Sin duda, para el ahora sonriente hidalguense, MIGUEL ANGEL OSORIO CHONG, recapturar al narco era una orden que se convirtió en obligada obsesión.

Sin embargo, por lo narrado, nadie, sólo la Marina Armada de México, sabía fielmente sus acciones persecutorias en Sinaloa, el resto se enteró hasta que GUZMÁN ya estaba capturado.

Seis horas después del anuncio, según encuesta realizada por el Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), siete de cada 10 encuestados conocieron del mensaje del Presidente.

El 40.5% lo supo a través de la televisión, 8.5% por la radio y 47.5% por los diversos medios digitales como: mensajes, Twitter y Facebook.

Este porcentaje indica la trascendencia de las redes sociales en el ámbito de la comunicación de la nota.

Facebook y Twitter, ese viernes 8, estuvieron saturadas con distintas palabras, aunque con el mismo mensaje: “La reaprehensión de El Chapo no es otra cosa que una cortina de humo para tapar los efectos de la depreciación del peso y la caída de los precios del petróleo”.

Ahora bien, si un alto número de consultados califica como buena la detención del criminal más significativo coligado al tráfico de drogas, que la obligación institucional de la recaptura esta realizada y que frente al recelo prevaleció la voluntad de lograrla, ¿por qué para muchos del colectivo social esto no basta?

¿Por qué ésta toxicidad de descalificación hacia el actual régimen?

Desde meses atrás, conflictos y escándalos políticos de todo tipo proliferaron. Se señaló a la corrupción e impunidad como los grandes problemas de México.

Sin comunicación política gubernamental que alentara una nueva moral pública, se forjó una fuerte espiral de descontento, crisis de credibilidad y agitado contexto social.

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