Ebrard sin la carga de López Obrador

José G. Muñoz García. @josegmunoz

 

Desde la segunda quincena de noviembre, fecha en que admitió haber sido derrotado en las encuestas realizadas para seleccionar por ese curioso método al candidato presidencial de de las izquierdas. Marcelo Ebrard exteriorizó su intención de “construir una izquierda poderosa, unitaria, moderna y eficaz”. Es correcto el término “construir”, porque la izquierda actual, con el PRD como fracción mayoritaria, ni es poderosa, ni unitaria, ni moderna, ni eficaz.

 

La izquierda, con todo lo impreciso del término, por el variopinto de intereses y grupos que la conforman en eterna contradicción, no es poderosa, porque no ha alcanzado a conquistar el poder Ejecutivo Federal, aunque en dos ocasiones ha estado a punto de conquistarlo; no es unitaria porque ni en los mejores momentos de López Obrador como máximo exponente de esa(s) corriente política(s), se ha logrado unificar a lo que Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD, llamó “tribus”, evocando con esta vocablo no al tribalismo como la unión de individuos agrupados por un fin común, sino como una antítesis del mismo, en el que los intereses de cada grupo o tribu se disparan por caminos separados a los postulados tradicionalmente por los pensadores de izquierda.

 

Nuestra izquierda no es moderna porque no ha superado la práctica estalinista de las purgas. De 1934 a 1939 se expulsaron del Ejército Rojo a un total de 56 mil 785 militares. Si contar los asesinatos de opositores, que se calcula en poco más de un millón de personas, entre los que se encontraba uno de los mejores exponentes del marxismo, José León Trotsky. Gran parte de los izquierdistas tradicionales, de esos que se la jugaron desde la clandestinidad, como Valentín Campa, Demetrio Vallejo y otros, fueron desplazados por ex priístas adictos al maximato. Tampoco es eficaz, porque a fin de cuentas los pobres de las entidades que gobierna continúan esclavizados por la inercia del priísmo jurásico, que no ha reivindicado las causas primigenias de la Revolución de 1910.

 

La izquierda mexicana no es democrática. No ha demostrado vocación para ello. Buena parte de sus fracasos se deben a la diputa interna por el poder. Los ejemplos más significativos lo representan las elecciones internas para la dirigencia nacional. Los que han conducido con relativa facilidad al PRD son Cuauhtémoc Cárdenas yAndrés Manuel López Obrador, pero por vocación de caudillos de ambos, no por demócratas. Baste recordar que el primero, se negó a abrir la elección interna, como se lo pedía Porfirio Muñoz Ledo, para la contienda interna por la candidatura presidencial en 1994 y López Obrador hizo exactamente lo mismo, pero contra su mentor Cárdenas, de quien sólo decía que “yo respeto mucho al ingeniero”, cuando éste pedía debate interno para seleccionar candidato del PRD a la silla presidencial. Las presidencias de Amalia García, Rosario Robles, Jesús Ortega y Jesús Zambrano, se han dado en las peores condiciones de legalidad, legitimidad y credibilidad, incluso hacia el interior del partido.

 

La izquierda de este país no es honesta. Aunque los casos expuestos a la luz pública no deberían ser motivo para sellar a todas las instituciones que a esa corriente pertenecen, sí son muestra que el discurso de honestidad que se ha manejado como una de las principales banderas contra “la mafia”, no es más que un a pose frente al ciudadano amnésico y acrítico. La tecnología moderna exhibe con cierta frecuencia las desviaciones de esa “izquierda”, con videos y audios que evidencian actos contrarios al pregón cotidiano.

 

El reto de Marcelo Ebrard, es mucho mayor de lo que expuso apenas el jueves 1 de noviembre, cuando hizo público su deseo de dirigir al PRD, con claras miras a posicionarlo mejor ante los ojos de la sociedad mexicana y, luego buscar desde esa exposición en medios que puede lograr si ejerce un liderazgo como se lo propone, la candidatura de al menos lo que puede ser su partido, porque el de Morena, ya lo tiene predeterminado: Andrés Manuel López Obrador. Uno de los factores que le puede favorecer al autodestapado precandidato es no llevar en la espalda la pesada carga de AMLO con la que gobernó seis años el Distrito Federal.

 

 

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