Los Chingadazos Amansan y a mí me Amansaron en Puente Grande: Jesús Lemus

jesus lemus
foto(www.sinembargo.mx)

Mil veces me Maldije a mí mismo, día a día durante meses, pensando que si no hubiera sido tan crítico en mis comentarios, que tal vez si los hubiera hecho en un tono más académico y menos apasionado no estaría pasando esas penurias desnudo golpeado en una oscura mazmorra de dos por tres. Y cuando veía a mi esposa, que me visitaba cada que se lo permitían, por lo general cada dos semanas. Era lo mismo… un reproche, a veces con su solo silencio, como culpándome en parte de esa situación que toda la familia estaba sufriendo, haberlas dejados solas, a ella y a mi hija, mientras soldados llegaban en la oscuridad cateando mi casa, según ellos para buscarme, pero con el obvio objetivo de amedrentarme ¡aun más! No les bastaba que estuviera desnudo y torturado en una oscura mazmorra de una cárcel de alta seguridad, junto lo más granado de la criminalidad en el país. De ese tamaño su miedo, de ese tamaño su inseguridad, necesitaban doblegarme por completo para que no existiera ni la mínima posibilidad de que yo saliera a buscar una revancha por insignificante que me creyeran… ¡las liendres se hacen piojos! Y “ellos” querían exterminarme o por lo menos amansarme, y si, los chingadazos amansan, y a mí me amansaron en Puente Grande. Un buen día, amanecí con ganas de dejar de pelear, de dejar de maldecir a mis secuestradores, a mis represores, empecé a hacer un ejercicio mental y a tratar de justificarlos, pensando que tal vez yo los había presionado con mis escritos demasiado, que tal vez y solo…tal vez yo hubiera hecho lo mismo de haber estado en su lugar. En ese proceso también aprendí a perdonarme a mí mismo y puse atención a las palabras de Rafael Caro Quintero; “No se preocupe Chuyito, este encierro no es para siempre” poca confianza le puso en ese entonces, el periodista a la afirmación del Capo, pensando que era solo un truco motivacional para darle ánimos, pero un año después ambos están afuera de ese presidio de exterminio. Para los que creían que más de dos décadas en la prisión habían convertido a Rafael Caro en un hombre vencido, lamento sacarlos de su error, Caro tenía el respeto de todos los prisioneros, y no era por quien haya sido afuera del encierro, era por lo que demostraba ahí adentro a cada momento siempre tranquilo, siempre disciplinado, limpio y ordenado, seguramente su pequeña celda era una de las más limpias en Puente Grande ya que desde temprano le daba hasta cuatro pasadas con una franela que reponía cuando nos dejaban salir a la tienda. Le gustaba el Basquetbol y el ajedrez, pero no los jugaba, cuando le preguntó Lemus a que se debía, le dijo tranquilamente; “No me gusta perder”

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *