Baltimore vieve un estallido de tensiones raciales

Esta semana, Baltimore, la ciudad más importante en el estado de Maryland y a solo 60 kilómetros de la capital estadounidense, fue epicentro del motín más violento que se ha registrado en el país en más de una década.

El martes en la madrugada, cuando el humo finalmente se disipó, 145 carros yacían incinerados, había varias tiendas reducidas a escombros, 15 policías con heridas de gravedad y al menos 300 personas bajo arresto por su participación en los disturbios.

 Y no fueron pocos los que hicieron el paralelo entre los incidentes de esa noche y abril de 1968, cuando esta misma ciudad fue sacudida por las airadas protestas que siguieron al asesinato de Martin Luther King. 

La mecha que prendió el polvorín fue el entierro, el lunes pasado, de Freddie Gray, un afroestadounidense de 25 años que murió una semana después de ser arrestado por la Policía en hechos que fueron denunciados como un nuevo caso de violencia policial contra negros. Si bien las autoridades imputaron el viernes por homicidio a seis policías, imágenes captadas del arresto y testimonios de testigos que lo presenciaron explican en parte el malestar.

Sin razón que se conozca de momento, Gray intentó fugarse tras hacer contacto visual con un grupo de policías que patrullaba el área. Una cuadra más adelante fue capturado por seis uniformados, que lo sometieron a la fuerza. Cuando llegó al hospital, casi una hora después, tenía fracturadas 3 vértebras de la espina dorsal y la laringe rota. Según el informe del forense, esas heridas le causaron la muerte.

En abstracto, los hechos de por sí ya eran bastantes escabrosos. Pero a ellos se sumó una ola de casos en el último año que han generado profundas tensiones entre la población negra y la fuerza policial.

En agosto del año pasado, Ferguson (Misuri) protagonizó disturbios semejantes a los de esta semana después de que un policía mató a Michael Brown, un afroestadounidense de 18 años que se encontraba desarmado.

En diciembre, miles de personas en Nueva York y varias ciudades del país salieron a las calles a protestar por la absolución de un policía que asfixió a otro afroestadounidense por resistirse a un arresto.

A comienzos de este año se presentaron dos nuevos casos que causaron profunda indignación. El primero, en Carolina del Sur, cuando un uniformado mató a otro hombre de color al dispararle por la espalda cuando este trató de escapar.

El segundo fue en Cleveland (Ohio), donde la víctima fue un niño negro de 12 años que fue asesinado por portar un arma, que luego se supo era de fulminantes.

Lo que más ha generado indignación es que en la mayoría de los casos los policías involucrados han sido absueltos o castigados levemente.

Desde el 2014, la administración del presidente Barack Obama, también afroestadounidense, ha empujado una serie de reformas. Entre ellas, que las autoridades porten cámaras de video durante sus operaciones para así evitar la incertidumbre sobre lo que realmente ocurrió.

Esta semana, luego de conocer los hechos de Baltimore, el Presidente volvió a pedirle al país una profunda revisión espiritual encaminada a extirpar el racismo, pero condenó en fuertes términos los saqueos y la violencia. “Estos no eran manifestantes. Eran criminales”, afirmó.

Pobreza y desesperación

Sus palabras, aunque parecen ciertas, no revelaron lo que muchos consideran está tras los disturbios de Baltimore. “La frustración por el caso Gray es evidente. Pero todos estos motines que estamos viendo en esta y otras ciudades del país están sucediendo porque hay gente muy pobre que tiene rabia y está llena de resentimientos. La gente está desesperada y la solución no es más policías. Hay que lidiar con el tema del desempleo, la inequidad y la falta de oportunidades”, le dijo a EL TIEMPO Noriel Roubini, economista de la Universidad de Nueva York.

Y Baltimore es quizá el mejor espejo de esa situación. A diferencia de Ferguson, donde la mayor parte de la población es negra, pero tanto la Policía como los cargos públicos son dominados por blancos (y de allí la desconfianza), en esta ciudad de Maryland los afroestadounidenses no solo son mayoría, sino que controlan las cargos más importantes, como la Alcaldía y el Concejo. La policía, de hecho, está encabezada por un negro y más del 60 por ciento de sus integrantes son de color.

Como lo escribió la revista ‘The Economist’, en Baltimore lo que se está viendo no es tanto un estallido de las tensiones raciales, sino el colapso de una ciudad con profundas disparidades entre negros y blancos.

Si bien la tasa de desempleo de la ciudad es del 9 por ciento, entre afroestadounidenses es casi del 30 por ciento, y entre los jóvenes es aún peor, pues alcanza el 37 por ciento para menores de 24 años, comparado con un 10 por ciento para los blancos.

Además, el ingreso promedio en esa ciudad para las personas de color es de unos 33.000 dólares al año –la mitad del ingreso promedio a nivel nacional–, mientras que el de la población blanca es de unos 62.000 dólares.

Y hay zonas de Baltimore donde la situación es aún peor. En el vecindario donde vivía Gray y donde estalló la violencia, el ingreso es de 25.000 dólares anuales y casi un tercio de las residencias se encuentran desocupadas, dada la falta de empleo.

Solo uno de cada 10 afroestadounidenses ha ido a la universidad. La ciudad está llena de pandillas criminales que alimentan el alto consumo de drogas en ese grupo.

Eso ha conducido a niveles de crimen tan altos que no parecen corresponder a los de un país como EE. UU. En el 2014, la tasa de asesinatos en Baltimore fue de 37,4 por ciento por cada 100.000 habitantes, más del doble que la de Bogotá (16,7).

Desde hace varios años, la ciudad viene aplicando una política de cero tolerancia frente el crimen, lo que ha conducido a una alta tasa de arrestos (75.000 en el 2014 para una ciudad de 700.000 personas), de los cuales el 85 por ciento han sido de afroestadounidenses.

Así mismo, la necesidad de controlar el crimen se ha traducido en una especie de carta blanca para la Policía, que en el último año ha tenido que responder por lo menos en 100 casos de uso excesivo de fuerza y pagar 6 millones de dólares en reparaciones a terceros, lo cual ha exacerbado más los ánimos de la población.

Baltimore, en otras palabras, era una bomba a punto de estallar. Y Gray fue el detonante que le hacía falta.

Fuente: eltiempo.com Por: Sergio Gómez Maseri

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