En Voz Alta -Escrutinio Eclesiástico-

Por: Gerardo Viloria
Como ocurrió en 2006, en el marco de la asamblea anual de la Conferencia 93 del Episcopado Mexicano (CEM), misma que ahora es presidida por el obispo CARLOS AGUILAR RETES, los aspirantes presidenciales comparecieron entre el martes y el viernes pasados ante la jerarquía católica.
La candidata del partido gobernante Acción Nacional JOSEFINA VAZQUEZ MOTA, fue la primera en acudir, le siguió el aspirante de la coalición de izquierdas Movimiento Progresista, ANDRES MANUEL LOPEZ OBRADOR, después lo hizo el del Partido Revolucionario Institucional (PRI), ENRIQUE PEÑA NIETO, y GABRIEL QUADRI, de Nueva Alianza, concluyó la ronda.
Así, los candidatos se sometieron -durante una hora- al escrutinio eclesiástico en la sede del episcopado mexicano. Cabe señalar que MANUEL CORRAL, vocero de la CEM, refirió que “Fueron los mismos candidatos quienes pidieron reunirse con los obispos, aprovechando la asamblea plenaria del episcopado”. Abundó: “Primero nos hicieron verbalmente la petición, y nosotros les dijimos que la solicitaran por escrito. Y, así fue, nos enviaron formalmente su solicitud a través de misivas”.
Es importante señalar –sin ninguna orientación jacobina- que si bien es cierto que la Jerarquía Católica mexicana constituye un poder fáctico dentro de nuestro sistema político, también es cierto que la Iglesia Católica ya no mantiene el monopolio en la religión; ha ido perdiendo su puesto privilegiado dentro de la sociedad mexicana, por lo que no hay razón suficiente para permitir que la misma vaya recuperando gradualmente su pasada posición privilegiada en la educación, economía y gobierno del país.
Hay que recordar que así como “Todos los caminos conducen a Roma”, igualmente el clero mexicano ha tratado de incidir en las políticas públicas de nuestro país. Para éste, el mejor modo de transformar las cosas es presionando a los titulares del poder constitucional para que implementen cambios a su favor.
No echemos en saco roto el Segundo Concilio Vaticano (1962-1965) y especialmente la Conferencia de Obispos Latinoamericanos de Medellín (1968) mismos que abrieron el camino para una iglesia más expresiva y agresiva.
El Vaticano y la alta jerarquía católica mexicana –ante el desplazamiento del centro de gravedad de la Presidencia- están organizándose cada día más, y actuando bajo un plan concreto al querer establecer un país en que el Estado imponga por la fuerza lo que los obispos fracasaron en establecer mediante la persuasión.

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