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gerardo viloriaPor: Gerardo Viloria

Sin duda, uno de los acontecimientos que la semana pasada ocupó la atención internacional y que tuvo en vilo a Europa, fue el relativo al referéndum del pueblo de Escocia para decidir si continuaba formando parte o no, de una de las cuatro naciones constituyentes del Reino Unido.

La historia de esta parte territorial del norte de la isla de la Gran Bretaña, comienza alrededor de 10 000 años atrás, cuando los primeros hombres comenzaron a habitar ese espacio después de la última era del hielo.

Su historia escrita se inicia con la llegada del Imperio romano en Gran Bretaña, cuando los romanos ocuparon lo que es actualmente Inglaterra y Gales, administrándola como la provincia romana de Britannia.

La llamaron inicialmente Caledonia, por el inmenso bosque de pinos caledonios que se extendía por todo el país.

Tras una serie de vicisitudes el Reino de Escocia fue un estado independiente hasta 1707, cuando una desastrosa aventura colonial, a miles de kilómetros de Gran Bretaña, acabó con su independencia política.

El proyecto DARIÉN, tal y como lo llamó su principal promotor, vislumbró una estrecha franja de tierra entre dos océanos que serviría para acelerar la llegada de mercancías a Europa desde las Indias. «Una puerta mundial del comercio entre el Atlántico y el Pacífico, la llave del universo», como rezó su plan. Dominando el territorio podrían regular el tráfico de mercancías.

Esto ilusionó a un país entero, ansioso de una posición como la de sus acaudalados vecinos del sur (Inglaterra).

En el ambicioso proyecto de la Nueva Caledonia, en la jungla de DARIÉN (la actual Panamá), los escoceses batallaron contra el hambre, las enfermedades, el bloqueo comercial de los ingleses y los ataques de España.

El plan arrastró a la muerte a muchos y a la bancarrota al resto, a tal grado que tuvieron que ser rescatados por el Banco de Inglaterra.

Por el resarcimiento financiero de 398,000 libras, los ingleses exigieron a cambio de la suma la firma del Acta de Unión con Inglaterra, para crear el Reino de Gran Bretaña; lo que privaría a Escocia de su independencia política hasta hoy.

A partir de entonces el deseo de autonomía ha existido. Surgido en el siglo XIX, el independentismo escocés ha ganado influencia desde finales del siglo XX, representado por el Scottish National Party (Partido Nacional de Escocia)

En los años recientes el movimiento independentista ha tenido tres fechas relevantes: 1 de marzo de 1979, 11 de septiembre de 1997, y la más cercana, el pasado jueves 18, donde la emancipación perdió.

Un No silencioso pero mayoritario 55,3 por ciento se impuso y favoreció la unión con Gran Bretaña, ante la incertidumbre económica y el miedo al futuro que el Sí 44,7% les generaba.

En una ajustada campaña el Sí fue una sorpresa,  pero dejo una enseñanza.

Un cambio es inevitable en Gran Bretaña y va a implicar reformas constitucionales a lo largo del reino, señaló en su discurso de victoria en Downing St., el primer ministro inglés, DAVID CAMERON.

¿Qué hubiese perdido el Reino Unido, si Escocia se independizara? Mucho.

No sólo las franjas diagonales blancas sobre fondo azul que lucen en la famosa bandera británica, sino los yacimientos de petróleo del mar del norte, sus cuantiosas reservas y, una considerable porción de su territorio.

Existe la sensación de haberse evitado un abismo, sin embargo, el nacionalismo escocés quedó herido. El respaldo a la independencia resultó mayoritario entre los menores de 30 años, lo que significa una señal de que el desafío a la integridad de Gran Bretaña seguirá latente.

«Escocia ha decidido por mayoría, en este momento, no ser un país independiente. Acepto el veredicto, pero el sueño nunca morirá», dijo en Edimburgo, el líder separatista ALEX SALMOND.

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